El Rostro de las Cosas

La luz de tu rostro, Señor, está impresa sobre mí como una señal. (Sal 4,7.)

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miércoles, 8 de agosto de 2012

Jardinero

Publicado por claudia puig en 12:43 p. m.

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Re-crear los detalles

Siendo algo material remite a una realidad espiritual

Era propio que Dios se hiciera presente, no sólo en una cosa sino en muchas.

Vi algo muy pequeño y muy bello, algo que me dio mucha alegría.

Esa capacidad de ver las cosas con el dulce sobresalto de la primera vez.

Saber mirar, saber vivir.

No es suficiente ver las cosas, es necesario mirarlas y mirarlas bien para descubrir en ellas ese algo de nuevo que siempre llevan consigo.

Aprender a descubrir el lado amable y divertido de la vida

"La cultura tecnológica y la excesiva inmersión en las realidades materiales nos impiden con frecuencia percibir el rostro escondido de las cosas"

Lo que más me gusta de las personas con sentido del humor es que difunden la felicidad.

El poder de alegrar es siempre una prueba clara de la condición moral de un hombre. Ningún hombre puede ser exteriormente feliz, cuando es infeliz en su interior.

Imágenes que vistas con ojos nuevos, producen la sorpresa, el encanto, de hacer de la vida una aventura.

Una mirada que se alegra con el pequeño detalle, con el insignificante descubrimiento.

Quién ve con cariño descubre siempre algo nuevo en el objeto de su visión.

No se sabe para qué puede servir, pero, puesto que responde a una exigencia del espíritu es, desde luego, verdaderamente indispensable.

Tenemos que saber apartarnos de nosotros mismos, de los demás, mirar y reir, sobre todo reir.

Si observamos los rostros de la calle es indudable que ganan las expresiones serias. Igual da que sean adultos, bajitos o animales. Quizá se salve algún perro. Se les nota el contento porque no dejan de mover la cola cuando sacan a pasear a su dueño, a pesar de que el dueño camine con más cara de perro que su propio animal.

Lo cómico: una descarga artística de lo absurdo.

Una simple curiosidad en la que el espíritu se divierte.

"Bienaventurados los que se ríen de sí mismos porque nunca les faltará motivo de qué reírse".

Aprendamos a son(reir) de todo aquello que no es absolutamente indispensable tomar en serio.

Dos tipos humanos son despreciables: Los que no se ríen de nada y los que se ríen de todo. Y dos tipos humanos merecen un alto puesto de honor en el tabladillo de la fama: los que se saben reir a tiempo y los que saben hacer reir a tiempo.

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